Espacio Virtual para la materia INTRODUCCIÓN A LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN impartido por la Lic. Eugenia Soria López en el SUA-UNAM de la Facultad de Ciencias Políticas (2007-1) GRUPO 9016. FORO: http://www.egrupos.net/grupo/comunica9016-2

viernes, 16 de febrero de 2007

¿Qué es la ciencia? Por: Ruy Pérez Tamayo







¿Qué es la ciencia?

Por: Ruy Pérez Tamayo

http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=235934#

(Recuperado el 16 de febrero de 2007)
Miercoles 12 de Abril de 2006 | Hora de publicación: 00:02


En estos principios del siglo XXI la pregunta que encabeza estas líneas podría parecer superflua, porque obviamente ya todo el mundo debería saber muy bien qué es la ciencia. Pero lamentablemente existen pruebas objetivas de que la naturaleza, el contenido y las funciones de la ciencia son muy diferentes para distintos grupos sociales, económicos, políticos y profesionales. Parte de la explicación de esta pluralidad de significados de la palabra “ciencia” es la propia riqueza del concepto, pero otra parte es que los seres humanos somos los dueños del lenguaje, el sentido de las palabras lo decidimos nosotros a través de su uso. Esto puede crear conflictos, como el ilustrado por el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que en su edición de 2001 todavía registra que en México “renacuajo” es sinónimo de “ajolote”; muchos sabemos que se trata de dos animales diferentes, pero la gente los denomina indistintamente. No es culpa del DRAE, cuya función es registrar el uso del idioma castellano y no legislar sobre él. No hace mucho, un alto funcionario de Conacyt señaló: “...a la mejor para un investigador hacer un coche o un refrigerador tampoco les va a sonar a ciencia”.
En el caso de la palabra “ciencia”, el DRAE es bien claro, significa conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales. Esto no incluye hacer coches o refrigeradores, por lo menos hasta el año 2001, pero no es imposible que si el arte de producir automóviles y frigoríficos sigue llamándose “ciencia” en algunos sectores de nuestra sociedad, la próxima edición del DRAE lo incluya como mexicanismo, igual que llamar ajolotes a los renacuajos. Pero quizá el alto funcionario del Conacyt usó la palabra ciencia en la segunda acepción del término incluida en el DRAE, que es Saber o erudición. Tener mucha o poca ciencia. Ser un pozo de ciencia. Hombre de ciencia y virtud, o quizá en la tercera acepción, que es Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. La ciencia del caco, del palaciego, del hombre vividor... Creo que nunca lo sabremos.
Un repaso de los diferentes significados de la palabra ciencia, tanto a lo largo de la historia como en la actualidad, debería convencernos de que el referente ha sido y sigue siendo variable, casi camaleónico. Hubo un tiempo en que la retórica, la gramática y la teología eran ciencias, mientras que en la actualidad la dianética y el creacionismo se autodenominan ciencias, y la UNAM tiene una Facultad de Ciencias Políticas. Esta proliferación casi neoplásica de las “ciencias” es consecuencia de su gran prestigio, aunque la existencia de grupos anticientíficos, tanto en el pasado como en nuestros días, no debe ignorarse; de todos modos, en el idioma de la mercadotecnia actual “científico” quiere decir “verdadero”, “cierto” o “demostrado”.
Cuando el anuncio de la nueva crema contra las arrugas, o la nueva pasta dental contra las caries, señala que su efectividad ha sido probada “científicamente”, ya no cabe duda alguna: su uso garantiza que las arrugas y las caries serán eliminadas para siempre. En otras palabras, el impacto de la ciencia moderna en la vida del mundo occidental, a partir de su emergencia en los siglos XVI-XVIII, no sólo en la esfera cultural sino también en otros sectores como el social, el económico y el político, y otros aún más específicos, como el médico, el legal y el militar, la transformó en apenas 200-400 años en una de las fuerzas más importantes en la estructuración de la sociedad moderna. En la actualidad nadie discute que la mejor medicina es la científica, muchos juicios legales se definen usando pruebas científicas, y las guerras las ganan los países con mejor desarrollo científico.
En el mundo oficial mexicano, la ciencia surgió a la sombra de la tragedia de Tlaltelolco, y como parte de los discursos demagógicos de fines de los años 60, con un informe del Instituto Nacional de Investigación Científica (INIC) sobre su estado desastroso en el país. La ciencia oficial nació como un intento del presidente Echeverría de acercarse a la comunidad intelectual del país, que lo rechazaba abiertamente, pero nació casada con la tecnología. La historia de la ciencia en México es tan antigua como el país, pero la tradición científica es mucho más joven (no tiene más de 70 años), y el reconocimiento oficial de su existencia data de la creación del Conacyt, el 29 de diciembre de 1970.
En el mensaje que precede al decreto mencionado, y en relación con una política científica y tecnológica, el presidente Echeverría dijo: “En la actualidad no se dispone de un mecanismo a nivel nacional que permita formular y ejecutar esa política. Existen distintos órganos que realizan investigación; otros que preparan, a distintos niveles, recursos humanos; y, por último, otros más que en forma fragmentaria y deficiente, coordinan, fomentan o prestan un apoyo raquítico y disperso a las actividades científicas y tecnológicas”. En todo este documento no hay una definición de lo que son la ciencia y la tecnología, quizá porque se creyó, como hoy, que no era necesaria.
Algunos filósofos de la ciencia proponen que las ciencias se han hecho tan complejas que ya no es posible definirlas ni separarlas de la tecnología, y se refieren a ellas en forma global como tecnociencia. El problema se centra en lo que se persigue con las definiciones señaladas: si el fin es generar una definición perfecta, que excluya a todo lo que no es ciencia e incluya a todas las ciencias presentes y futuras, creo que tienen razón. Pero si el objetivo es enunciar una definición operativa, que sirva para delimitar en forma razonable a las ciencias contemporáneas de las pseudociencias, por un lado, y de la tecnología, por el otro, y que esté abierta a posibles modificaciones futuras, entonces creo que están equivocados. Desde luego, existen diferentes definiciones de ciencia y tecnología de este tipo operacional, incluyendo las que yo he propuesto, que son las siguientes:
Ciencia: actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento, obtenido por un método científico organizado en forma deductiva y que aspira a alcanzar consenso entre los expertos relevantes.
Tecnología: actividad humana creativa cuyo objetivo es la transformación de la naturaleza y cuyos productos son bienes de consumo y/o de servicio.
En diferencia con la definición del DRAE citada arriba, que identifica a la ciencia con una “cosa” (conjunto de conocimientos), yo prefiero concebirla como una “actividad”, o sea algo que se hace y que requiere creatividad, por lo que es característico (por no decir específico) de la especie humana, y que resulta en nuevos conocimientos. Este es el único producto de la ciencia, es para lo único que sirve. Lo que se hace con ese producto son dos cosas: o usarlo para generar más conocimientos, o para resolver problemas externos a la ciencia, generalmente conocidos como tecnología, y que a veces resultan en automóviles o refrigeradores. Por eso es que toda la ciencia es aplicada. No hay conocimientos inútiles, el nuevo conocimiento siempre sirve para algo: para hacer nuevas preguntas y diseñar nuevas observaciones y/o experimentos, o para resolver problemas externos a la ciencia y propios de la tecnología.
Esta última actividad es muy antigua, surgió mucho antes de la ciencia en forma empírica, pero poco a poco se ha ido basando en el conocimiento, o sea, se ha ido haciendo científica, de modo que a veces sus límites se pierden y entonces se habla de tecnociencia. Pero esta no sustituye sino que se agrega a las otras dos actividades, que se siguen dando en forma claramente distinta en la mayoría de los casos contemporáneos.

*Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC)
*Miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua

consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx

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Prof. Arnoldo Moreno Pérez. miru@prodigy.net.mx & arnoldo_58@hotmail.com